Erase que se era y viniera el que viniera se dieron cita las ninfas más dispuestas (en apariencia) al libertinaje mas desgarrado y carnal, al juego más nimio y etílico. Sí, entre juegos de hierba, como si se tratase de cosas de niños, dejaron cualquier rastro de vergüenza o dignidad. Se maceraron en una atmósfera de entretenimiento puro y placentero. Giraban unos con otros en una danza armoniosa de contacto nocturno con el medio, en una ciudad flanqueada por gigantes de hormigón. No había fuego para danzar a su alrededor, ellos eran puro fuego. Desgraciadamente las necesidades apremian y nuestras bellas ninfas tuvieron que abandonar ese espacio hecho para el esparcimiento y dejar tanta luz como podían acumular creada gracias a una carcajada envuelta en tetra brick.
Una de esas bellas ninfas, huyó. Como se hace en los días de lluvia, escapo del chaparrón. No quería jugar más. Llámame aguafiestas.
Pero esto es sólo un cuento, lo vivido está en mi cuerpo, no en mi mente.
Una de esas bellas ninfas, huyó. Como se hace en los días de lluvia, escapo del chaparrón. No quería jugar más. Llámame aguafiestas.
Pero esto es sólo un cuento, lo vivido está en mi cuerpo, no en mi mente.
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