Las horas se diluyen en un continente de Ginebra.
Sin cesar,
sin parar,
sin mediar palabras.
Esas que nos atan a lo inconscebible,
en una guerra núclear
donde tú y yo somos uno.
Uno contra uno.
Atados a lo más real,
al dolor más intenso,
a la sensación más profunda.
Un irremediable viaje al infierno.
Un viaje de ida y vuelta
donde tú y yo somos uno.
Uno contra uno.
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