La melancolía del cemento


Ahora me siento, con un café en la mesa. A través del cristal de mi desconcierto todo está empañado y más que enmarañado. Las borrosas nubes que se extienden a lo largo y ancho del horizonte no son otro sol, no son otro cielo. Sonatas de tiempos pasados claman por lo que parece ser un segundo de realidad. Lo real no tiene más límite que la estrechez de la mirada.  Del que sea. Todo el mundo ve pero nadie observa. El detalle. La gente se cree que puede cambiar su vida alterando los pequeños detalles.  Alterando pequeños hábitos se puede llegar a producir una renovación, una metamorfosis. ¿Cómo puede ser nada diferente de lo que es? Devorar las palabras de otros, embriagarme con sus historias, deleitarme con melodías añejas... Nada es diferente de lo que es. Así es la melancolía, cae sobre uno con la fuerza del cemento. En el cemento no crece nada. Voy a enterrar mi cuerpo en el próximo jardín que esté en obras. Últimamente sólo veo jardines de tierra convertidos en cemento. Baldosas. Cuadradas. Redondas. La forma es lo de menos. ¿Cómo alguien va a estar dispuesto a la posibilidad si lo apuesta todo al cemento? 





1 Comentarios:

Anónimo dijo...

Cómo ha saltado la rana
Cómo ha cortado la rama
del sauce que llora
del muerto que añora

Cubriendo de gris el raso
que anudaba los espejos
¡para el recuerdo vivo!
¡para el montaraz muerto!

¡Ay extranjero!
Ya ni la molicie hace consuelo
Sordina, sordina, sordina
Sordina, cayado y tiempo.

 
 
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