Enredado entre el abismo de tu piel y
la miel de tu boca.
No hay espacio, ni tiempo.
Mi líbido se diluye en ti,
los fluídos no reconocen frontera,
la frontera de la carne.
Rota.
Lo infranqueable también se rompe.
La fortaleza del yo,
el ego, ese caballo deslomado
que corre por una sabana fría
cobijada en mi desconcierto
encuentra el fuego de tu abrazo y
se confunde con el mar de mi sueño.
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