Una reducción muy ociosa y demasiado ocio entre temporalidades vacuas. Caminando entre las corrientes cartesianas de la materia. Muerto en vida y dejado de la mano de Dios a un arrastre infundado.
Allá le crecerán cenizas al sabio pero acá le acarrean libelos al árbol, antes verde, antes mago.
¿Paridad en el canto? ¿Claridad en el manto apofántico? ¿Desde cuándo? ¿Para cuándo Fukuyama?
Maybe Babye Un río cerca de Primark Un acantilado allá en la persecución tardía. Se entregan. Mecidas mecedoras de otros, se apagan las luces de esta sala oblicua que rectifican los ortodoxos de la locura.
Un cantor pide ocio, ocio banal y barato, lineal, perentorio. No. No hay ocio en el infierno ni perentoriedad en el cielo. Que ya los hombres tienen mucho con vivir entre ellos, no quieran vivir con otros que dan saltos desde el subsuelo y subsuelean en el cielo.
Neologismo encarnado. ¡Qué no muera! ¡Qué se levante al instante! Como antaño. En las verdes praderas del etílico engaño. Donde nadie mira porque no hay ojos, ni odios, ni manos, ni sonido, ni tacto. ¡Vaya usted a saber qué metafísica reina en tal reino encantado!
Que no canto a la dicha ni al alma, ni al terror, ni al miedo ni al espanto. Que yo quiero la dialéctica, aquella erótica del prusiano. La del amo y el esclavo.
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Una reducción muy ociosa y demasiado ocio entre temporalidades vacuas. Caminando entre las corrientes cartesianas de la materia. Muerto en vida y dejado de la mano de Dios a un arrastre infundado.
Allá le crecerán cenizas al sabio pero acá le acarrean libelos al árbol, antes verde, antes mago.
¿Paridad en el canto?
¿Claridad en el manto apofántico?
¿Desde cuándo?
¿Para cuándo Fukuyama?
Maybe Babye
Un río cerca de Primark
Un acantilado allá en la persecución tardía. Se entregan. Mecidas mecedoras de otros, se apagan las luces de esta sala oblicua que rectifican los ortodoxos de la locura.
Un cantor pide ocio, ocio banal y barato, lineal, perentorio. No. No hay ocio en el infierno ni perentoriedad en el cielo. Que ya los hombres tienen mucho con vivir entre ellos, no quieran vivir con otros que dan saltos desde el subsuelo y subsuelean en el cielo.
Neologismo encarnado. ¡Qué no muera! ¡Qué se levante al instante! Como antaño. En las verdes praderas del etílico engaño. Donde nadie mira porque no hay ojos, ni odios, ni manos, ni sonido, ni tacto. ¡Vaya usted a saber qué metafísica reina en tal reino encantado!
Que no canto a la dicha ni al alma, ni al terror, ni al miedo ni al espanto. Que yo quiero la dialéctica, aquella erótica del prusiano. La del amo y el esclavo.
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