OTRO MANIFIESTO

El tono cambia a través de la INTERMETENCIA de una pantalla. Así comenzaría la obra maestra. Un escritor de teatro alejado de las etiquetas, resisto a consideraRme algo o mucho menos alguien, o será que el teatro escrito, como referente de un tiempo en decadencia, es el único reducto para la subjetividad convulsiva, por lanzar una teoría. Según los científicos Paul Ehrlich y Robert Pringle el planeta tierra está inmerso en la llamada sexta extinción, la misma que acabó con los dinosaurios y regeneró el planeta favoreciendo la aparición del hombrE sobre la faz de la tierra. Una individualidad que reniega de su existencia y, por tanto, pone en duda las leyes universales. Diálogos como espejo y frases sincopadas que miman el paso del tiempo, tiempo como cualidad inmaterial que sólo estructura el espacio. Huyendo de las etiquetas para perderse en una marea de indefinición y locura donde la palabra escrita, se presenta como el único vehículo para dar rienda suelta a cualquier idea, por disparatada que sea. Hablar de uno mismo siempre es muy complicado. Paisajes de palabras y constelaciones de manual para dibujar la nada, perenne vacío más alla de la líquida inconsciencia. Lo único que puedo escribir tiene un tono incendiario y suena a viejo, obviamente clásico pero terriblemente moderno. Ahora me creo Rimbaud. Jovenes suicidas que vieron en la poesía, la única arma ante la extenuante normalidad, hacer de la irreverencia un material artístico, con el único fin de acariciar lo grotesco y lo obsceno, la luminosidad del escondite o la protección de unas gafas de sol. Las formas me pierden y las formas perdidas son aquellas que aún muestran signos de vitalidad por la inconsistencia de su legado. Locuciones repetidas hasta la saciedad que hacen sangrar mis tímpanos. Un terreno resbaladizo donde hibridar pensamientos que suenan a canción, a éxito de radio formula. Mi tiempo es cualquier lugar en la memoria que no sea el presente, muero cada vez que escribo la palabra fin.