Viajé por el mundo en busca de una viuda negra.
De tanto andar, las piernas se desprendieron del cuerpo.
En ese momento todo se convirtió en un juego.
Un juego estúpido.
Seguí andando.
Un torso basta para recorrer el mundo.
Buscando el rostro de un amor desvanecido,
tu rostro...
Las manos comenzaron a desprenderse,
ahí estaba yo, en medio de la jungla, sin brazos ni piernas.
Compartí mi cama con tantos,
nunca me he sentido tan feliz y seguía caminando.
No hay guerras en Oriente Medio,
ni titulares que enciendan lo ignífugo.
En ese momento lo que quedaba de mí se descompuso,
se desvaneció en el firmamento,
me volví uno con el viento.
Tener o no tener.
Sin propiedad, ni propietario.
Volé por encima de las estrellas y atrapé el odio,
la agonía y el desespero.
Aunque mi cuerpo no dio fe de ello,
las viudas negras lloran su perdida.
0 Comentarios:
Publicar un comentario