Es curioso, ¿no?. Chico conoce a chico. Chico A, cree que el chico B, es encantador, ingenioso y encima tiene sex appeal. El chico A, cree que ha conocido a alguien en el que, por fin, poder depositar su mirada. Se suceden las semanas y no hay indicios que confirmen que esto no sea mutúo. Chico A y chico B, además de compartir profesión, comparten pasión por lo que hacen. Elemento que los lleva a enzarzarse en conversaciones sobre el tema que pueden durar eternidades para el resto del mundo. El chico A siente que se podría perder en sus ojos color miel, en un torbellino de sensaciones y emociones, que están por encima de lo corpóreo.
A pesar de lo cursi de la frase, cosa que es tan verdad como que hoy en Madrid hace un frío que pela, es cierta y así lo experimenta el chico A. Mientras tanto el chico B parece estar cómodo con la situación. Buscando la mirada del chico A en momentos no del todo oportunos, dando claras manifestaciones de afecto al chico A sin importar lo poco o nada que se conocen y así un largo etcétera.
Llega un día en el que la nocturnidad y la alevosía pueden propiciar algo más que palabras o miradas sonrosadas. Pero es en ese momento en el que todas las expectativas del chico A se van al garete, en ese momento se da cuenta de que el chico B tiene sus ojos puestos en la CHICA C. Sí, así es, aunque había muchas pistas que hacían pensar en la homosexualidad del chico B como algo verídico, esto no era así. El chico B, simplemente es terriblemente encantador. Lo que paso entre la chica C y el chico B, es otra historia.
Situaciones como esta me hacen reflexionar sobre la facilidad que tenemos para asignar determinados comportamientos, gustos, formas de expresión, ademanes, amaneramientos o simples hobbies a una orientación sexual determinada. Presuponiendo que la orientación sexual de la persona viene con un manual que te indica lo que te tiene gustar, más allá de lo emotivo-sexual. Desde que somos pequeños venimos marcados por la dualidad. Dos sexos, dos formas de ser y, que según algunos, esto es irreconciliable. Si eres niño y juegas con muñecas, eres poco masculino y si eres niña y te gusta jugar con coches eres poco femenina.
Hemos pasado de la división física por sexos, a la división de simples elementos para el ocio infantil, usando valores que determinan estos sexos. Como si por el hecho de simplemente ser niño o niña, ya tuvieras que ser de una determinada manera. Lo peor es que esto no se queda aquí y a medida que vamos descubriendo quienes somos, nos encontramos con que esta separación de características masculinas/femeninas se hace más profunda, confiriéndoles entidad propia. Haciendo que muchas personas los defiendan como dogma.
Por ejemplo: cuando eres un niño, eres simplemente un niño que juega de verdad con lo que tiene alrededor. Si es una muñeca, juega con esta como si fuera una estrella del pop paseándose por las alfombras rojas de Hollywood, para ti es algo verdadero y por eso para ti es un juego real, pero juego. No es que pretendas ser esa muñeca, es simple y maravilloso, juego. Las interpretaciones que se da de esto son, en su mayoría, negativas. Son las que hacen plantear a ese niño que lo que hace no esta bien y que si sigue jugando con muñecas será un mariquita, aunque el niño ni siquiera sepa que significa esta palabra. Es muy importante dejar de dar un valores tan trascendentales a cosas, masculino o feminino, cuando simplemente son juguetes. Y ya no hablemos de colores, marcas, preferencias...
Este ejemplo me sirve para explicar como en muchas situaciones de la vida, nos creamos una imagen de como son las cosas e intentamos que los demas también lo vean así. Cuando las cosas son impredecibles y no hay mayor sorpresa que el ser humano. La personalidad es un cosa y la sexualidad es otra. Aunque inevitablemente estan relacionadas. Cada uno es como es, independientemente de su orientación sexual.
Ni mejor ni peor, simplemente diferente.
1 Comentarios:
felling pink, solo digo eso
Rosa
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