Quería mucho a ese chico. Quería tanto a ese chico que hubiera deseado que una plaga mortal contagiará cada una mis de células. Quería tanto a ese chico que las despedidas me desgarraban el alma. Quería tanto a ese chico que hubiera cometido mil locuras. Delitos no penados por ley de hombres que desconocen el sentimiento por que yo quería tanto a ese chico...

Quería tanto a ese chico que los días se transformaban en horas, las horas en minutos y los fines de semana en segundos. Quería tanto a ese chico que no me importó arrebatarle estrellas al firmamento. Ir a la Luna y volver en un viaje de ida y vuelta donde despojarme de un sentimiento tan tóxico como el peor insecticida. Raticida sentimental que ahoga mi vitalidad en un mar incesante de horas que se transforman en segundos y segundos que duran un suspiro. Una vida. Una vida dedicada al sentimiento. Al más vil de ellos. El sentimiento servil. El arrepentimiento hace su aparición. Clamando espacio en un lugar al que  no ha sido invitado. No me arrepiento. Joder, te quise tanto. ¡Joder! Quería tanto a ese chico...



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