Poor guy...




El estómago no se alimenta de palabras, el espíritu tampoco. Mira dónde estoy. Atrapado entre los resortes de mi cama, aterrorizado por la vertiginosa esquina del colchón, destilando el cansancio de toda la semana. La comunicación en tiempos veloces no deja espacio para la poesía y si te preguntan si prefieres una poesía o un panini el común de los mortales se decanta por la primaria necesidad. Debería comer hasta reventar. Con ritmo y sin pausa. Sin métrica pero con entrepierna. O quizás deba  enredarme entre tus brazos una vez más.  Úsame sin precaución. Hematómas que dibujen el mapa de nuestro amor. Así tendré de que hablar esta semana.









1 Comentarios:

Anónimo dijo...

El estómago no se alimenta de palabras, el espíritu tampoco...


Mi estómago sí se alimenta de palabras, mi espíritu hace lo mismo. Porque mi espíritu ha sido domeñado por mis estómago que sólo quiere paladear el rumor de la muerte ajena para olvidarse de la suya.

El estómago no se alimenta de palabras, el espíritu tampoco


Mi estómago si se alimenta de palabras, mi espíritu también. En la boca de todas mis pasiones se esconde el secreto punzante de una mirada obscena que quiere verse liberada de sí.

El estómago no se alimenta de palabras, el espíritu tampoco

Mi estómago no es el estómago avaro de la sintaxis pero le gusta merodear entre las lineas abyectas de los discursos peregrinos cansados de sí mismos. Mi espíritu se mece al ritmo de la carcajada legionaria que mis palabras disponen, proponen, postponen. Mi estómago sí se alimenta de palabras.

El estómago no se alimenta de palabras, el espíritu tampoco

Mi estómago tiende al arrumaco secreto que se ahoga a sí mismo en el enlace patético de un amante solitario, el verdadero amante, el único amante metaformal, no amanerado.

El estómago no se alimenta de palabras, el espíritu tampoco

Mi estómago no tiene miedo a dejar de ser la boca desastrosa de una digestión continuamente desaliñada. Mi espíritu no tiene miedo a no ser una tormenta portentosa llena de aspavamientos y eternidades, está dispuesto a perecer como el primer rayo inoportuno de cualquier tormenta.

El estómago [no] se alimenta de palabras, el espíritu tam[un]poco

 
 
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