Digamos que me he levantado a la hora de siempre. Es decir, tarde. Digamos que he preparado el desayuno. Es decir cereales y café. Nada más. Mi cuerpo últimamente solo se alimenta de frutos secos y copos de avena más una pequeña dosis de cafeína, por eso de no perder la costumbre ya que eso de desengancharse, no va conmigo. Siempre he sido muy amigo de mis adicciones y creedme son muchas. Después de desayunar me hecho una paja. He visto un vídeo porno sobre dos universitarios que quieren pertenecer a una fraternidad, todo muy yankee. Otra vez, nada nuevo. Quién me conozca sabrá mi predilección por esos cuerpos imberbes y pollas circuncidad que inundan este tipo de rituales de iniciación, por llamarlos algo. En algunos casos la vejación es tan extrema que al minuto tres ya me he corrido. Si señores, soy rápido como una flecha y fugaz como un rayo. Algo que no encuentra forma, ni materia. Preguntando la existencia de un amor que no llega y de una pasión que no ha sido consumida, por aquel que se ha atrevido a amar un poco más. Creo que me ama y eso a veces me enerva, me enfurece. Odio ese patético servilismo. No solo lo odio en ti, lo odio en mi más que nada en el mundo, es como si mi voluntad su hubiera visto relegada a los copos de avena y a las almendras sin sal, por eso de que es bueno para ti o mejor para tu salud. Tócame el coño y verás que saludable es.
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